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El incendio de la Comarca Andina

Cerca de las cinco de la tarde del 9 de marzo, un incendio arrasó con bosques y casas en la zona de la Comarca Andina del Paralelo 42, entre Río Negro y Chubut. La foto que abre esta nota fue tomada desde el barrio El Pinar, que se quemó entero, con casas incluidas. Arriba a la izquierda, se ve el casco urbano de El Hoyo, donde el fuego no llegó porque a las tres de la mañana del 10 de marzo, una lluvia lo aplacó. Viajamos hasta allá para entrevistar a personas afectadas, a brigadistas y a investigadores. Queremos entender qué sucedió y saber si es posible evitar un próximo incendio.


Escribe y saca fotos Guille Gallishaw.

Es 18 de marzo de 2021 y manejo mi auto por el Camino del Desierto, esa recta de casi doscientos kilómetros que atraviesa La Pampa. Voy camino a El Bolsón para entender qué pasó con los incendios que arrasaron con bosques y casas el 9 de marzo. En la soledad de este trayecto, mi mente recorre un sinfín de pensamientos estériles, que siento que no conducen a ninguna certeza. En las redes sociales, portales y canales de televisión, el bombardeo de noticias descarga teorías acerca de las causas, con los intereses inmobiliarios y mineros a la cabeza. Si la política o la megaminería están detrás de todo esto, jamás vamos a conocer las verdaderas causas, pienso. Y si no se conocen las causas, pues no es posible evitar un próximo incendio. Entonces, ¿para qué estoy haciendo semejante viaje, emitiendo no sé cuánto dióxido de carbono hacia la atmósfera, dispersado desde la llanura pampeana, consumiendo combustible que alimenta a la industria petrolera? Cargo con equipo de fotografía y filmación, todo hecho de vaya a saber qué cantidad de aleaciones de minerales. Y ni hablar de la cantidad de basura que generaré al final de este viaje. Todo eso pienso mientras bajo la velocidad en el control policial de Chacharramendi, que consta de un cono anaranjado. Un cono naranja en el desierto. Un brigadista en medio del incendio, con una manguera de tres pulgadas y un chorro de agua que saca quince centímetros cúbicos por segundo. Este viaje no tiene sentido, pienso otra vez.

Cuando por fin llego a la estación de servicio que está al final del Camino del Desierto, después de cientos de kilómetros de soledad, el playero me trae de nuevo a la realidad. «Hola maestro. Si quiere tómese un cafecito que yo le lleno el tanque y le limpio los vidrios. Le tocó una tarde hermosa para viajar, eh.»

Voy a buscar mi cafecito y mi mente se resetea: esta nota tiene que ser una explicación científica acerca de los incendios forestales. Nada de teorías sin fundamentos. Testimonios de personas afectadas, de brigadistas y de investigadores especializados en el tema. Después veo cómo resuelvo mis aportes al calentamiento global, al problema de la basura, a la fucking megaminería, y al fracking también.


Recorte de GoogleMaps de la zona de los incendios del 9 de marzo de 2021


Crónica y testimonios

El nueve de marzo de 2021 se produjo un incendio de interfaz en la Comarca Andina del Paralelo 42, una zona de la Patagonia andina, entre las provincias de Río Negro y Chubut. Se dice que fue de interfaz porque afectó a zonas rurales y urbanas. Según cifras oficiales, se quemaron 511 casas, y 392 de ellas presentaron pérdidas totales; además, murieron tres personas. Las causas y las dimensiones aún se están investigando, pero se incendiaron miles de hectáreas de bosque nativo y exótico. En una de esas miles de hectáreas me encuentro con Diana y Fede en El Pinar, un barrio de la localidad de El Hoyo. En el lugar en el que estaba su casa no hay nada, o casi: sólo se ve el contrapiso y un par de columnas de cemento, de las que sobresalen los fierros. Me paro en el medio de esa platea y miro alrededor. Veo árboles negros, restos de casas y humo que aún sale de algunas partes del suelo. Por unos segundos intento imaginarme la situación, pero me es imposible porque nunca estuve en un incendio. Un día después le pedí a Nir Ekdesman, un poblador de la zona, que me cuente lo que él había vivido. “Con unos amigos fuimos a Golondrinas, que es un barrio que está a muy cerca de mi casa. Fuimos a ayudar. Era una locura. Árboles enteros prendidos fuego, casas envueltas en llamas. Los brigadistas no daban abasto. En un momento me frené, vi la escena y no lo podía creer. Era como Apocalipsis Now, en Vietnam, ¡pero en Golondrinas! Gente corriendo a los gritos, otros sentados en las calles llorando, de repente explotaba un zepelín -tanque de gas –, los cables de electricidad que sacaban chispas, volaban pedazos de árboles encendidos. Todo era un caos.”

Sandra Buhl vive en el barrio Bella Vista, contiguo a El Pinar. A ella se le quemó la parte de arriba de la casa. “Me fui cerca de las seis de la tarde, cuando tenía el fuego a pocos metros. Mis vecinos se quedaron. Yo volví a las doce de la noche y aún había fuego. Mientras me acercaba, sentía cómo se calentaba el habitáculo del auto. Cuando estaba llegando, vi cómo implosionaba la casa de mi vecino de al lado. Me bajé del auto y lo abracé. Fue uno de los que se quedó. Ayudó a apagar el fuego de otras casas, pero la de él se le quemó completa.”


Lo que quedó de la casa de Diana y Fede, en el barrio El Pinar, donde el fuego avanzó sobre la mayoría de las casas


En el barrio El Pinar, el fuego también entró de lleno. Diana, Fede y su hijo Eluney están viviendo en una carpa. La reconstrucción de su casa depende de la ayuda que están recibiendo.

A unos trescientos metros de ahí me detengo a hablar con Manuel Vera. Me cuentan que está muy solo, tratando de reconstruir su casa. Es casi de noche y llegan algunos familiares. Arman el mate y charlan alrededor de un fuego. El escenario es el mismo que el de Diana y Fede: donde estaba la casa no hay nada. Manuel también depende de la ayuda, pero el tiempo apremia. Estamos en los primeros días del otoño, pronto empezará a bajar la temperatura y llegarán las lluvias, propias de estas latitudes en esta estación del año. Los registros oficiales dicen que 1055 personas se vieron afectadas, entre las que se encuentran 112 adultas y adultos mayores, 27 con discapacidad y seis madres jefas de hogar. Desde Presidencia de La Nación se anunciaron inversiones por 171 millones de pesos y otros 345,8 millones para el financiamiento de viviendas. Okey con eso, pero aquí, Manuel, Fede, Diana y quienes han sido afectados sólo reciben ayuda de la comunidad y donaciones que vienen de todas partes del país.


El fuego en la Patagonia andina

En mis días en esta zona, pude hablar con parte de la comunidad afectada de forma directa y con quienes tuvieron el fuego a pocos metros de sus casas, con brigadistas y con investigadores especializados en incendios forestales. Mi idea era reconstruir lo que había sucedido y entender si existe alguna manera de prevenir un próximo evento como el del 9 de marzo. También quise saber las causas, si fue intencional, y si los gobiernos nacional, provincial y municipal hicieron lo que debían para apagar los incendios. Pero me encontré con más preguntas que respuestas. Entonces, frente a ese panorama, quise entrevistar a una de las personas que más sabe de incendios forestales en el país. Su nombre es Guillermo Defossé, un ingeniero agrónomo, investigador del CONICET, director del Centro de Investigación Esquel de Montaña y Estepa Patagónica y profesor titular de Ecología Forestal en la Universidad de la Patagonia. También hizo su Maestría y Doctorado en la Universidad de Idaho. Para encontrarme con él, manejé 160 kilómetros al Sur hasta la ciudad de Esquel. Cuando llegué a la entrada, lo llamé para acordar un lugar para la entrevista.

-Estoy en la Axion de la entrada. ¿Dónde nos encontramos? -le pregunto.

-No te preocupes. Voy para allá.

Y me preocupo, porque me imaginaba un lugar más formal para la entrevista. Una oficina, por ejemplo. Pero no le hago caso a mis pretensiones estéticas y monto la cámara en un banco de madera, en la playa de esta estación de servicio patagónica.

Guillermo Defossé, durante la entrevista en una estación de servicios de Esquel


“Me interesa diferenciar los incendios de vegetación de los estructurales, porque son bien distintos -me aclara de antemano Guillermo Defossé -. Cuando se incendia una casa y el fuego se apaga, se termina ahí. En cambio, en la vegetación, el fuego se apaga pero al año siguiente vuelve a crecer la vegetación en un proceso que se llama sucesión secundaria de la vegetación. Es un continuo. Y, en muchos casos, es muy natural que eso ocurra.”

-¿El fuego es parte de la Naturaleza? -le pregunto.

-En casi todos los ecosistemas terrestres siempre estuvo presente el fuego. Lo que varía es la recurrencia. En algunos lugares la recurrencia es muy corta, y en otros, más larga. Por ejemplo, hay estudios que dicen que en el bosque andino patagónico, los incendios se producen cada ochenta o cien años. Eso lo podemos ver con el incendio de Cholila de 2015, que hay un mapeo del incendio que se produjo en 1914, y cuando uno compara las imágenes, ve que se quemó la misma zona. Pero en la estepa, el fuego es más frecuente, aunque menos severo.

Lo interrumpo porque me inquieta un tema: algunas de esas zonas con recurrencia de incendios, están cada vez más pobladas. Busco información específicamente sobre El Hoyo, que es donde más avanzó el incendio del 9 de marzo. El Censo de 2001 dice que en esa localidad había 955 habitantes; el Censo de 2010 contabiliza 2947 personas viviendo en el mismo lugar. O sea, un incremento del 154% (los datos no están actualizados a 2021 ya que aún queda pendiente un nuevo Censo). Defossé me lo confirma, pero me suma otra información. “El investigador Niels Andela afirma que los incendios en el mundo bajaron un 25 por ciento. El estudio fue publicado por la revista Science y es coincidente con un informe de la NASA que dice lo mismo. Entonces, uno se pregunta cómo puede ser que en los medios leamos que hay cada vez más incendios. Y la respuesta podría ser que lo que ocurre en realidad es que el ser humano está intrusionando cada vez más en áreas de interfaz urbano-rural. Esto sucede en diferentes lugares del mundo, incluso en esta parte de la Patagonia andina. Yo diría desde Junín de los Andes o un poco más al Norte, hasta Corcovado. Es una gran zona urbano-rural, en la que cada vez más gente se instala a vivir.”

Un día antes de encontrarme con Guillermo Defossé, había entrevistado a Pablo Alcorta, un brigadista del SPLIF (Servicio de Prevención y Lucha contra Incendios Forestales de Río Negro). Pablo me dejó pensando sobre lo que sucede con esto de que la gente viene a vivir a lugares rodeados de bosque. “Pienso que debemos entender al fuego como un fenómeno recurrente de esta zona. El fuego es parte de este ecosistema, desde hace miles de años. Siempre se dio de forma natural. Y hasta te diría que es cultural, porque sabemos que los antiguos pobladores convivían con él. Y hoy nos pasa lo mismo a nosotros.”

La Ingeniera Forestal María Marcela Godoy, investigadora y colega de Defossé, desarrolló un estudio que da cuenta de dónde se produce la mayor cantidad de igniciones. Gracias a una beca del CONICET, Godoy había viajado a la Universidad de Winscosin para aprender a elaborar un mapeo de vegetación y casas y, de esa forma, entender mejor a los incendios de interfaz urbano-rural. En esa investigación, la ingeniera tomó un área de 400.000 hectáreas de esta parte de la Cordillera patagónica y concluyó que en el 6% de ese territorio se produce el 77% de las igniciones. Ese seis por ciento de territorio corresponde a las zonas pobladas de la Comarca Andina del Paralelo 42, entre El Bolsón, El Hoyo, Lago Puelo, Epuyén, El Maitén (llamadas técnicamente como áreas de interfaz urbano-rural). Es decir que la mayoría de las veces que se inicia un incendio en esta región, sucede en las zonas habitadas. El estudio fue publicado por el International Journal of Wildland Fire en 2019.

“Muchas de esas igniciones se apagan rápidamente, porque van las brigadas y las contienen, y no nos enteramos. Pero cuando las condiciones atmosféricas y de vegetación se dan como el último 9 de marzo y justo entra un frente frío, una o dos de esas igniciones terminan en incendios como el que tuvimos ese día”, analiza Defossé.


El día del desastre

Le pregunto a Pablo Alcorta (el brigadista del Splif; en la foto a la derecha) qué pasó ese 9 de marzo de 2021. Me explica que hubieron varios factores que coincidieron ese día, cerca de las cinco de la tarde. Por un lado, la zona atravesaba entre seis y siete meses con un déficit de precipitaciones. Es decir que llovía el mínimo, o por debajo del mínimo, lo cual, predispone al combustible (vegetación) para arder más fácilmente. “Por las condiciones ambientales, esa vegetación seca, a la que le llamaremos combustible, tiene menos humedad y necesita menos energía para arder. De lo más fino a lo más grueso, desde las ramitas hasta los troncos. Todo estaba muy seco.”

Ese 9 de marzo, Pablo y sus compañeros estaban en Cuesta del Ternero, una zona en la que se inició un incendio el 24 de enero, y que los brigadistas aún hoy trabajan para apagarlo o contenerlo. “Hacía mucho calor, la humedad relativa bajó y entró un frente frío. Además, soplaba mucho viento. Es decir que las condiciones eran muy malas para nosotros, pero muy buenas para el fuego. Y así sucedió. Estábamos a treinta kilómetros de Golondrinas, que fue donde se inició el incendio. Y cuando vimos la columna de humo, sabíamos que iba a ser un desastre.”

La base de Esquel del Servicio Nacional de Manejo del Fuego emite dos partes diarios. Ese día también los emitió. Cualquier ignición, por mínima que fuera, generaría una propagación rápida del fuego que lo llevaría a un comportamiento extremo. Y así sucedió, sólo que esta vez no fue una sola ignición. El fuego empezó a arder en el barrio Golondrinas, a pocos kilómetros al Norte de El Bolsón, del lado Este de la ruta Nacional 40. En pocos minutos, las llamas alcanzaron árboles enteros y avanzó sobre las casas. Por otro lado, casi al mismo tiempo, otro fuego se inició al Oeste de la ruta 40, desde la localidad de Lago Puelo. También se propagó a gran velocidad. Lo hizo con tanta voracidad que avanzó hacia la ruta, la cruzó y se unió al fuego que venía desde Golondrinas. Ya todo era un desastre. Hasta la Brigada de Incendios de Golondrinas se quemó por completo, con los autos de los brigadistas incluidos. “Sólo nos abocamos a evacuar a la gente y tratar de salvar alguna casa –me dijo Jesús Riquelme, un integrante de la Brigada de Incendios Forestales de Golondrinas -.  Pero era imposible apagarlo. No dábamos abasto. Hace 17 años que soy brigadista y jamás vi algo así.”


El próximo incendio, o cómo prevenirlo

Cerca de las tres de la mañana, una lluvia apagó el incendio. O, mejor dicho, lo aplacó. Las causas aún se están investigando. En mis días allí, escuché varias versiones: que fue intencional, que las mineras, que los intereses inmobiliarios, que los mapuches, que un transformador de media tensión, que un pirómano, que un OVNI.

“Gastamos dinero en apagar un incendio, y no en el ex ante, es decir, en hacer el tratamiento de combustible necesario para que ese incendio no ocurra -reflexiona Guillermo Defossé –. Si el Gobierno hubiera hecho las tareas necesarias, vos hoy no estás acá. O sea… el incendio no hubiera ocurrido, o tal vez había un foco, iban las brigadas, lo apagaban y nada de esto sucedía.”

Pablo Alcorta me explica que hay tres variables que intervienen en el comportamiento del fuego. La meteorología, la topografía y el combustible. “Sólo podemos tener incidencia en la última, en el combustible. Entonces, pienso que primero debemos entender al fuego como un fenómeno recurrente en la zona. Y, sobre la base de esto, planificar las urbanizaciones, diseñar nuestro paisaje y redefinir los usos del suelo.”

Tanto Defossé como Alcorta coinciden en que la clave es la intervención de los gobiernos para la prevención y para la difusión de información respecto de los cuidados. Pero, además, la participación de la comunidad que, con asesoramiento y ayuda de los gobiernos, debería mantener sus espacios libres de material combustible, árboles podados y, en lo posible, una fuente de agua. “Si todos lo hacemos, generamos una sinergia y podemos recibir al próximo incendio bien preparados”, cree Pablo Alcorta. ✪

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