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Fui a Las Grutas y escribí esto

La fotógrafa Andrea Romero se fue de vacaciones a Las Grutas con su hijo pre adolescente y narra su experiencia en esta nota. Una mezcla de crónica y guía de viaje en la que cuenta algunos errores de planificación, cómo aprendió acerca de cuándo ir a la playa (y cuándo no), su descubrimiento de Playas Coloradas y porqué antes de irse se arrodilló en la playa y dio gracias por estar viva (esto último no fue tan así).


Escribe y saca fotos Andrea Romero

Día cero

Quería llevar a mi hijo a un lugar donde en mi pre adolescencia pasé una de mis más bellas vacaciones, así que elegimos viajar a Las Grutas, provincia de Río Negro. Un poco a modo de diario, y otro tanto a modo de guía de viaje, acá les cuento mi experiencia.

Lo primero que pasó fue que quise sacar un pasaje a Viedma (era noviembre y la fecha de viaje era febrero) y estaba todo agotado. Y aquí, la primera nota mental: “Sacar pasajes siempre con tiempo que, además, son más baratos”. Así fue que terminamos tomando un avión a Trelew (provincia de Chubut), hicimos una parada técnica en Puerto  Madryn, y luego viajamos en micro a Las Grutas: fueron tres horas en coche cama. Todo perfecto.


Día uno

¡Llegamos! Pero no todo fue felicidad inmediata. Resultó que el primer departamento que habíamos alquilado no era lo que esperábamos. Y ahí, la duda: ¿nos quedamos acá y nos bancamos las vacaciones acá? ¿O salimos a buscar algo mejor? Elegimos la segunda opción y conseguimos uno mucho mejor. Paso por alto los detalles, pero caminamos siete horas hasta conseguirlo. Acá les apunto que Las Grutas tiene una amplia oferta hotelera, pero estaba todo completo y, obvio, los precios eran altos. En fin. Eran las esperadas vacaciones así que me la jugué: este nuevo lugar estaba a media cuadra de la peatonal y a dos de la Bajada 2 (va de la 0 a la 5. La 2 es la de la principal). Viajando con mi pequeño hijo de 10 años y sin mi carromovil es clave la buena ubicación.


Día dos

Bolso listo, mate, galletas, manta, buzo por si hace frío, heladerita por si hace mucho calor. Listo, vamos. Llegamos. ¡No hay playa! Segunda nota mental: averiguar a fondo acerca del lugar al que vas. En Las Grutas, igual que en toda la costa del mar patagónico, la diferencia entre las mareas altas y bajas es muy marcada. Nosotros llegamos cuando había marea alta. Pero, tranquilos, que era justo el tiempo que te da para no morir calcinado al sol y volver justo para cuando tenés 400 metros de playa. Una vez que le agarramos la mano al mar, éramos locales (bueno, no tanto).

Un amigo no tan amigo es el viento. Con sol, lo amás; con nubes, lo de-tes-tás. Todo vuela, y el epicentro siempre está en tu mollera.

Elegir Las Grutas para venir con niños pequeños es un acierto. Hay de todo, empezando por la tranquilidad, distancia social en la arena, mucho espacio disponible; y ellos y nosotros, desconectamos. Desde la bajada 1 a la 4 está lleno de vendedores, puestos, baños, paradores. Mas allá, un poco menos de todo eso, y las playas son más amplias aun.

Hago un paréntesis para quienes cuenten con auto. A unos kilómetros de Las Grutas está la playa Piedras Coloradas. Divinas, con un estilo más rústico (no hay guardavidas, por ejemplo), pero la geografía del lugar es maravillosa, con aguas verdes y turquesas, que se mezclan con estas rocas negras y rojas. Médanos altos para tirarse con tabla, y el típico puesto de licuados. Recomiendo llevarse todo por si las dudas…

Día… no sé qué día

Vuelvo a Las Grutas. Tengo dos planes altamente recomendables. Las enumero. 1: Ver el amanecer. 2: Ver el atardecer. Fin. No se lo van a olvidar jamás. Además, acá la brisa en verano suele ser cálida, pero es tibia desde las siete de la tarde. Yo, que soy friolenta, la pasé súper bien; superé la barrera de sólo meter los piecitos, y me quedaba en la orilla con el termo y el mate porque las olas no me arrastraban. Hermoso todo. Otra excursión un poco más lejos, pero que vale la pena es ir a pasar el día a las playas de Las Conchillas y Las Perdices, en el departamento de San Antonio Oeste, a una hora en auto de Las Grutas, con ruta impecable. Parece, literalmente, el caribe argentino. Las playas de conchillas hacen que, justamente, sean blancas en su mayoría, por ende, el agua se ve de color turquesa. Además, sin olas porque está como en un golfo. Lleven un buen libro y vacíen la memoria del celular, porque volverán con álbumes de fotos profesionales.

Voy terminando estos apuntes de viaje, pero no quiero dejar de contarles acerca de la movida nocturna y sus 15 cuadras de peatonal, con una variedad de comidas, regalos, chucherías, conitos de rabas para picar y sentarte en la vereda a ver la gente pasar (puedo estar horas en ese plan), shows de buenísimos artistas callejeros, o bien opciones de obras de teatro para grandes y chicos. Así que acá, en mi libreta de viajes, lo último que anoto es gracias Las Grutas. ✪


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