NOTICIASVIAJES

De Cachi a Bari por la ruta 40

¿Qué tienen que ver Valcheta y Cachi? No mucho, salvo que son dos pueblos que unimos durante nuestro último viaje. Salimos de Cachi con rumbo Sur y anduvimos por la mítica ruta 40 hasta Bariloche. Justo allí nos desviamos hacia el Oeste por la ruta Nacional 23, rumbo al mar. Te propongo que te subas a este relato, en el que te contamos qué nos llamó la atención en estos dos mil y pico de kilómetros.

Escribe y saca fotos Guille Gallishaw

Es la primera vez que empiezo a escribir una nota antes de que termine el viaje. Estamos andando por la RN23 de Río Negro, yendo desde la Cordillera al mar. Recién pasamos por Valcheta, un pueblito al pie de la Meseta de Somuncurá. ¿Oyeron hablar de este lugar? Pues creo que es el destino turístico del futuro. Con tanta aglomeración de gente en los lugares más concurridos, Somuncurá podría ser un buen lugar para quienes busquen vacaciones alejadas del tumulto. Es una meseta de altura entre Chubut y Río Negro, con una geografía ondulada, lagunas que suelen tener flamencos y cisnes de cuello negro, praderas que se ponen doradas al atardecer y poblaciones pequeñas y misteriosas. Me mata que, mientras vas por la ruta, no hay ningún indicio de que a la derecha haya algo más que estepa. Pero hay y es deslumbrante. Tiene cerca de 25.000 kilómetros cuadrados y cuando la visité hace unos quince años, un guía local me habló de la mojarra desnuda, un pez endémico de la Meseta. También se ven choiques, flamencos australes y guanacos. Si vienen, van a tener la sensación de estar en un lugar aislado del resto del mundo. Quién pudiera, aunque sea por un rato. Pueblitos como El Caín tal vez se conviertan en comunidades que vivan del turismo, con un enfoque sustentable, como le pasó a Colonia Carlos Pellegrini, en Esteros del Iberá, que antes vivían de la caza y la agricultura, y hoy todas y todos viven del turismo de Naturaleza.

RN40: parada en el bosque andino patagónico

Los últimos kilómetros que recorreríamos por la ruta Nacional 40 fueron por la zona de San Martín de los Andes. Allí paramos en la hostería La Casa de Eugenia, que es un sitio histórico de la ciudad ya que hace cien años fue la oficina del Parque Nacional Lanín. Hoy hablábamos en el auto acerca de qué tipo de hoteles nos gustan más y porqué. Yo decía que los hoteles de lujo no suelen llamarme la atención porque tienen la capacidad de alejarte del mundo real. Me gustan los lugares tipo La Casa de Eugenia, donde te recibe el dueño. La decoración, por ejemplo, es ecléctica y y cada objeto está puesto a conciencia. Dato: la madre del dueño se encarga de todo eso. Me hace sentir a gusto saber que el desayuno lo prepara Isabel, y que ella es la que hace los scons, las tortas y los alfajorcitos de maicena.



La última vez que vine era mediados de febrero y con mi amigo Augusto (foto, arriba) nos habíamos ido a acampar a Laguna Verde, bien en las entrañas de la Cordillera, en el límite con Chile. Augusto es guía de montaña y con sus clientes es el tipo más riguroso respecto de horarios, lugares y seguridad. Pero cuando sale conmigo, no hay plan y todo puede suceder. Esa vez remamos hasta el fondo del lago Verde y bordeamos el escorial de lava del volcán Achen Niyeu. Y acá les dejo algunas sugerencias, por si andan por acá. Desde el camping del lago Verde sale una senda hasta la cumbre del Achen Niyeu; son unas cuatro horas hasta la cumbre, yendo tranqui. A unos pocos kilómetros del mismo camping están las termas naturales de Lahuen Co, muy zarpadas porque los piletones están en medio de la montaña. Esta parte del Parque Nacional Lanín es de mis preferidas. Está a algo más de dos horas en auto desde San Martín. ¿Es mucho? Puede ser, pero les juro que vale el viaje.


Nacho, el hijo menor de Augusto, improvisando un slackline a orillas del lago Lolog


Norte neuquino o Sur mendocino

La noche anterior a llegar a San Martín de los Andes habíamos dormido en Chos Malal, esa ciudad del Norte de Neuquén que casi fue capital de la provincia. La experiencia no estuvo bien ya que el hotel al que caímos no me gustó. Después me di cuenta de que el que no me gustaba era el dueño, un viejo tipo capataz, que maltrató a una empleada e hizo chistes machistas delante de pasajeros y pasajeras. Pero, en el tramo previo a Chos Malal, la ruta 40 nos dejó un atardecer de esos que te erizan la piel, o te elevan los valores de adrenalina y te pones a gritar. Eso le pasó, sobre todo, a mi compañero de viaje, Luis Carducci. Es venezolano pero vive en USA desde los 14, y vino a Argentina para que hiciéramos una serie documental de mujeres en la Naturaleza. Pero ese es otro tema. La cosa es que Luis estaba fascinado con la vista que teníamos del volcán Tromen (foto abajo). Paramos al costado de la ruta a hacer fotos y les aseguro que fue uno de los momentos más movilizantes del viaje.



No sé bien qué pasa entre el Norte de Neuquén y el Sur de Mendoza, pero el paisaje se vuelve excitante, como roto, quebrado, con ríos que no saben si bajar de la Cordillera o remontarla, y con escoriales volcánicos que ennegrecen lo dorado de los pastizales. Luis voló el drone a través del cañadón del Río Grande (ya en tierras mendocinas) y quedamos sorpresa con semejante paisaje visto desde el aire. 

Un día antes habíamos atravesado Mendoza, San Juan y La Rioja, pero esas provincias las pasamos sin sacar la vista de la ruta, lo más rápido posible. El asfalto está en buenas condiciones, pero la primera parte de la 40 en San Juan está plagada de badenes (por los ríos que la cruzan).

Ripio y bellezas norteñas

Mi parte favorita de la ruta 40 Norte es la que va de Cachi a Cafayate. La Quebrada de las Flechas y todas esas formaciones son una locura. Aunque, les digo, el paisaje cambia radicalmente si vas a la tardecita o al amanecer. Los colores, las sombras, las formas, los pueblitos. Todo parece más bonito. Es más, hasta el camino de ripio me gusta, porque me hace pensar que esos lugares están en un tiempo distinto al mío, más atrás en el calendario. Cachi, por ejemplo, es un poco así. Este road trip por la Ruta Nacional 40 había empezado ahí. La idea había sido tomarnos tres días para ir hasta Bariloche, yendo tranqui, parando a hacer fotos, a tomar mate a orillas de un río, a tomar un vino en Mendoza. Acá Luis me dice que les mencione el inmenso valle que se abre entre Santa María y Hualfín, en Catamarca. In-cre-íble. Pero, a decir verdad, hacía calor y lo pasamos casi sin frenar.

Pero les decía de Cachi, que aún mantiene su aspecto de pueblito colonial, con un par de calles con adoquines, ferias de verduras y encuentros de artesanos en la plaza. Me parece que está bueno porque, si sos de la ciudad, te baja varios cambios, porque los ritmos son otros, más pausados por los 2300 metros sobre el nivel del mar. No hay apuros, si no, todo lo contrario: vamos tranqui, que así se disfruta más la vida. Allí hicimos unas caminatas con Hilda Corimayo, una coplera y guía de turismo nacida en Cachi, que nos hizo más interesante y divertida nuestra estadía por estos cerros.

Empecé a escribir esta nota en Valcheta, y la termino en El Pedral, cerca de Puerto Madryn, rodeado de pingüinos de Magallanes, cormoranes imperiales, elefantes marinos y las últimas ballenas de la temporada. Qué lindo es agarrar el auto y salir a la ruta, ¿nocierto?


Vista de la Cuesta de Miranda, en La Rioja

Comentarios cerrados