REPORTAJES

“Cuando termino una carrera me siento vivo”

A Martín Raffo le dicen Cepi desde que era muy chico, aún antes de aprender a andar en bici. Hoy es médico y referente argentino del mountain bike en las modalidades Descenso y Enduro. Lo entrevistamos en 2015, justo cuando había vuelto de competir en Whistler, Canadá. Historia, pasión y miedos de un tipo que nunca afloja.


Escribe Juan Martín Roldán

Un apodo poco convencional identifica a este muchacho. Para entender su razón, hay que mirarlo de perfil. Y él dice que, cuando era chico, la cuestión era más evidente. Porque hay muchos Martín Raffo, pero Cepi hay uno solo, un sobrenombre que acompaña a este médico barilochense de 35 años desde su más tierna infancia, cuando la mejor amiga de su madre reparó en sus largas pestañas y dijo: “Parecen un cepillo”. Siguiendo al hoy anacrónico médico italiano Césare Lombroso, se podría decir que ese mismo rasgo determinó su pasión: esas extensas pestañas protegen sus ojos del polvo que muerden las ruedas de su bici cada vez que se lanza montaña abajo por los senderos andino patagónicos.

El encuentro con este cronista, en cambio, fue en un ámbito desprovisto de cualquier rastro de polvo: un pulcro mostrador de Aerolíneas Argentinas en el aeroparque porteño, mientras Cepi estaba en tránsito hacia Bariloche después de volver de Canadá y rogaba que no le cobraran un importante recargo por sobrepeso. No personal, está claro, sino por el equipo que traía en su equipaje. No hubo caso y, tras unos minutos de bronca y resignación, nos sentamos a charlar un rato. Pedimos un par de cafés con medialunas y, mientras esperamos que lleguen, me cuenta que nació y creció en la ciudad de la cordillera rionegrina, corrió sus primeras carreras a los 14 años, a los 16 empezó a competir oficialmente y a los 19 se mudó a Buenos Aires, para estudiar Medicina en la UBA. “Pensé que iba a tener que dejar la bici, pero el último año en Bariloche pegué auspiciante y bueno, pude seguir”.

 

¿Cómo te mantuviste en actividad mientras estudiabas?

–Hacía gimnasio, empecé a ir a la pista de bicicross de Vicente López y viajaba mucho, dos veces por mes me iba a competir a diferentes lugares, mucho a Córdoba… La técnica la adquirís hasta los 15 o 16 años, después adquirís experiencia, la tasa de progresión técnica baja un montón después de la adolescencia. Siempre tenés margen para mejorar, pero la capacidad de hacerlo no es fácil. Al llegar acá me enfoqué bastante en la parte física y empecé a viajar mucho.

¿Cómo te hacías tiempo para todo? Porque una carrera como Medicina es bastante exigente…

–Tuve suerte, porque me prestaron un departamento y no pagaba alquiler, no tenía que trabajar. Medicina es exigente, requiere tiempo, pero yo tenía compañeros que laburaban, tenían hijos… Yo me entrenaba cuatro horas por día, me alcanzaba el tiempo. De hecho venía muy adelantado en la facu hasta 2004, pero en un viaje a Chile para competir tuve un accidente fuerte con la camioneta y cambiaron mis prioridades, me dije: “Me voy a tomar la vida más tranquilo”, entonces lo que con el ritmo que llevaba hubiera hecho en tres años lo terminé haciendo en cinco. Y viajé mucho, fui a competir a Europa…

Pero finalmente te recibiste.

–Sí, fueron 10 años en total. Después de recibirme, fui un tiempo a Bariloche, y cuando tenía que volver a Buenos Aires para encarar la residencia, me di cuenta que el disfrute de la montaña y el entorno podían más, ese estilo de vida fue más fuerte y decidí quedarme allá. Entonces me incorporé a la Comisión de Auxilios en la montaña y me enfoqué en el análisis de los problemas de obesidad y motricidad infantil en el hospital público, un problema grave, porque muchos chicos tienen dificultades en su movilidad por falta de actividad física. Para ayudar hicimos en algunos barrios unas pequeñas pistas de tierra que se llaman pump tracks, una especie de skate park para bicis, para que los chicos se entusiasmen y dejen un poco la tecnología. La residencia quedó como un pendiente, pero todo no se puede.

Foto de Martín Maroto Pereyra

 


Sueños de bicivolador

Llegan el café y las medialunas. A Cepi le fue muy bien en Whistler, Canadá, una especie de meca planetaria para los competidores de mountain bike: se subió al podio en dos carreras de Descenso y terminó cuarto en la sexta fecha del mundial de Enduro. Pero antes de derivar la charla para ese lado, prefiero saber cómo llegó hasta allí.

¿A qué edad aprendiste a andar en bici?

–No me acuerdo, pero calculo que a los cuatro o cinco años. Poco después salió la película Los Bicivoladores y con mis amigos queríamos hacer un circuito de bicicross, pero por el entorno (yo vivía en las laderas del cerro Otto, en el kilómetro tres y medio) terminamos haciendo circuitos en la montaña, hacia abajo, con saltos y demás, porque no teníamos otra opción. Lo loco es que en 2010 empecé a trabajar como manager del bike park del Catedral, haciendo exactamente lo mismo.

¿Cuándo tuviste tu primera mountain bike?

–En el ’93, cuando empecé a ayudar a mi viejo en su laburo como guía de pesca. Tenía apenas 13 años y con eso alcancé una muy temprana independencia económica. Fue la época del primer boom del mountain bike, me anoté con mis amigos en algunas carreras… Ganar esa guita con papá me permitió financiar mi carrera, hasta que tuve mi primer auspiciante.

Ahora, ¿cuándo lo viste a eso? Porque no era que jugabas bien al fútbol y podías ver un futuro ahí.

–Para mí la bici nunca fue una salida económica. Al día de hoy, lo más importante sigue siendo divertirme. No lo tomo como un trabajo, no es una profesión de la que puedas vivir y proyectarte. Como corredor solamente no podés pensar en un futuro. Yo hoy tengo una empresa que se dedica a organizar eventos de mountain bike en Argentina, Brasil y otros países.

Viviste toda la evolución del mountain bike, desde aquellas primera bicis que se usaban para todas las modalidades hasta la especialización que vemos hoy, ¿qué se mantuvo inalterable?

–Que todos buscamos pasarla bien, antes que nada. Mis mejores amigos son mis mejores contrincantes, hay chicos de Bariloche con los que corremos hace 15 o 20 años 10 o 12 veces por año, siempre queremos ganar, pero somos recontra compinches, nos hospedamos juntos en todos lados… Es raro, pero es así. Creo que ayuda el hecho de que en Descenso corremos solos, contra el cronómetro, y por eso no hay roces.

¿Qué onda el Enduro?

–Es el boom de los últimos cuatro o cinco años, en todo el mundo. Enduro es el nombre comercial que le pusieron, pero en realidad es mountain bike. Es una especialidad en la que subís con la bici hasta donde comienza cada etapa, lo que se cronometra es cada bajada, más larga que una carrera de Descenso; tenés un tiempo máximo para llegar a cada largada, y son cuatro o cinco etapas por carrera.

Ah, te mata, cada subida de esas te come las piernas…

–Sí. Ahora en Whistler corrí siete horas, de las cuales solo una fue cronometrada, sumando todas las etapas. Las subidas están hechas para que, cuando arranques la bajada, estés agotado. Es la modalidad que más creció porque las bicis que se usan son polivalentes, podés usarlas para subir pedaleando y también tienen todo para hacer buenos descensos.

¿Qué tienen?

–Doble suspensión, frenos a disco, suspensiones regulables en cinco o seis parámetros (rebote, progresividad, compresión, etc.), cuadros y ruedas de carbono… son bicis muy caras, de un promedio de 60 mil pesos, con las que podés ir a cualquier parte del mundo. Argentina es un destino recontra rico para el Enduro, tanto que acabamos de lograr una fecha de la Enduro World Series para el año que viene, en Bariloche, en Catedral y sus alrededores.

 Epa, eso es groso.

–¡Sí! Van a ser dos días de entrenamiento, y dos de competencias. Nuestra idea es armar un circuito bien variado, para que la gente que viene de afuera se lleve un buen panorama de lo que ofrece la zona. Va a ser el mayor evento de mountain bike de la historia argentina, nunca tuvimos acá un campeonato de nivel mundial.

 ¿Cuántos competidores calculan?

–Hay un cupo de 400 corredores, que se agota en diez minutos. Vienen de todas partes del mundo, no solamente de equipos oficiales. Así que ya tenemos que ponernos a trabajar. La Enduro World Series hoy es la vedette del mountain bike, por varias razones: la industria tiene mucha presencia porque se corre con estas bicis polivalentes (rodado 27 y medio, que se venden también a aficionados), en su espíritu está viajar y conocer lugares nuevos, y concentra la atención de un público muy numeroso, tanto en el lugar como por TV.

 ¿Cuántas fechas tiene a lo largo del año?

–Ocho, por lo que haber conseguido la fecha es importante. Hicimos un trabajo conjunto con Chile, donde ya se hizo una fecha el año pasado, en Termas de Chillán, y salió muy bien, fue elegida la mejor del año. Para 2016 pedimos dos fechas para Sudamérica, así los competidores aprovechan el viaje para este lado del mundo. Además, para dentro de cuatro o cinco años queremos traer el Crankworx, un festival gigante de todas las disciplinas de mountain bike, que hasta ahora se hace solamente en Nueva Zelanda, Francia y Canadá.

 ¿Cuándo va a ser la fecha del Enduro World Series de Bariloche?

–En abril. Y ahí van a venir también los responsables del Crankworks, para ver el lugar y empezar a avanzar para concretarlo. Es un evento muy grande, hay que pensar que ahora a Whistler fuimos 30 argentinos y 60 chilenos, 90 corredores solamente de dos países. Esto, para nosotros, sería como organizar un juego olímpico.

 ¿Cómo está la federación argentina de mountain bike?

–Está orientada al cross country, que es la disciplina olímpica. No hay mala onda, para nada, pero el Descenso no es una modalidad representada dentro de la Federación. En descenso hoy hay campeonatos de corredores para corredores, en Córdoba, Tucumán, Mendoza, y en Bariloche nosotros organizamos el Open Shimano (la carrera de la especialidad más importante de América Latina). Igualmente, tenemos diálogo con la Federación y hay un campeonato argentino fiscalizado por ellos.

¿Creés que hoy un chico de 15 o 16 años que está empezando a competir tiene más posibilidades que las que tuviste vos hace 20 años?

–Sí, está claro que hay más eventos, más marcas, más movida alrededor del mountain bike, pero también hay mucha más competencia. Antes si te iba bien, eras más o menos astuto y te arreglabas para promocionar tus resultados, era más fácil lograr que te publicaran. Hoy la vara está mucho más alta, es más fácil llegar a una empresa, pero reciben millones de propuestas, con fotos, videos… El caso más claro es el de un pibe que se llama Danny MacAskill, que hace trial; arrancó con un videíto hecho por unos amigos, que tuvo creo que dos millones de visitas en una semana, y el último que hizo ya está en casi 37 millones de reproducciones. El tema es que ese pibe hace cosas únicas, y entonces sí, Red Bull y muchas empresas quisieron estar con él. O sea, se puede llegar, pero tenés que ser muuuuy bueno.

Foto de Franco Riva

 


Miedo en dos ruedas

Las medialunas ya se acabaron y falta media hora para que Cepi tenga que embarcar hacia Bariloche. Cuando nombra a Danny MacAskill, lo googleo en mi teléfono y encuentro un video que lo muestra haciendo piruetas increíbles en la costa de Escocia. De paso, me meto también en su canal de YouTube (Martín Cepi Raffo) y veo que hay una tremenda bajada del cerro Carbón: 800 metros de desnivel en apenas seis minutos… La siguiente pregunta, entonces, es inevitable:

 ¿Hasta qué edad vas a poder mantenerte en la alta competencia?

–La categoría Pro es hasta los 30 años, después entrás en la categoría Master, con divisiones de 30 a 35, 35 a 40 y así para adelante. Es un deporte que te da la posibilidad de correr hasta muy grande, en Enduro por ejemplo tenés un segmento de 30 a 40 y uno de más de 40. Yo ahora en Canadá le gané a un par de chicos argentinos que tienen 20 y acá suelen ganarme… la edad es un parámetro, pero a veces no tan definitorio. En Enduro la experiencia cuenta, la podés aplicar, y más si corriste antes en Descenso, porque las pistas son muy técnicas pero no tan peligrosas como las de Descenso. Personalmente, cuando voy a una carrera de Descenso de nivel de copa del mundo, cada vez más el miedo empieza a jugar como un factor…

Qué tema ese del miedo, ¿cómo lo manejás?

–En esto tenés que saber que, como mínimo cada dos años, vas a tener una lesión fuerte que te va a dejar un par de meses parado. Y cuantas más cosas te pasan, más consciente sos de lo que te puede pasar. Yo tengo siete u ocho fracturas encima, sé lo que es andar con muletas, con yesos, dormir mal porque te golpeaste la espalda… En Enduro los senderos son más naturales, no hay saltos gigantes, pero en Descenso, si querés andar rápido, el riesgo es más alto, porque los saltos son muy grandes, por ahí saltás 15 metros cuando venís a 70 kilómetros por hora y si te quedaste corto vas al hospital directo. Entonces, a la siguiente vez que tenés que saltar algo parecido…

¿Cómo funciona el bocho en ese momento?

–Yo lo logro manejar, lo sé llevar… porque participé en las carreras más difíciles que hay, nacionales, panamericanos, copas del mundo, urbanas. Una vez que experimentaste todo eso, ya estás de alguna manera acostumbrado, sabés lo que puede pasar. Y quizás por eso mismo llega un momento en el que no querés correr más esos riesgos. Qué sé yo… Yo quiero ir a Canadá y volver entero… En Whistler hay unos saltos enormes en el Bike Park, que los he saltado todos los años, pero este año no fui.

Pero el riesgo es parte de esto, ¿o no?

–Sí, completamente, es parte del asunto. Yo siempre digo que la sensación más linda es la que viene después del miedo, de ese vacío que significa pensar en un par de segundos: “Me tiro no me tiro, me tiro no me tiro…”.

¿Cambió la forma en la que encarás esas situaciones en tus 20 años de carrera?

–No. Cuando sé que tengo que encarar un salto porque es parte del juego, o sea, si ese salto va a hacerme ir más rápido, lo voy a tomar. Hasta ahora nunca he evitado un salto, nunca he tomado el opcional, que los circuitos tienen para las categorías más amateurs. Ya me va a llegar, seguramente. Pero creo que en todo deporte extremo el miedo juega y todos los que los practicamos sabemos que de alguna manera tenemos que vencerlo. El salto te da mucho miedo, pero la descarga de energía posterior al salto es la más fuerte de todas, es la que más vivo te hace sentir. Yo, cuando termino una carrera, me siento más vivo que antes, es algo que mucha gente no entiende.

¿Tenés familia?

–No todavía. Estoy de novio desde hace tres años y está en mis planes tener hijos, seguramente lo he relegado por este formato de vida, que me lleva a viajar mucho durante todo el año. Tengo amigos que tienen hijos y compiten menos que yo, no pueden viajar tanto, ¡pero son papás! Sé que el día que yo los tenga van a cambiar mis prioridades.


Es la hora del embarque. Esta vez, Cepi se va para arriba. Bajará en Bariloche, como siempre.✪



 

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