RELATOS DE VIAJE

Barro y desayuno premium

En un camino perdido de la provincia de Corrientes, estuvimos a punto de quedar atrapados en los suelos arcillosos y pantanosos de esta parte del país. Más luego, tuvimos la experiencia de que nos sirvieran dos desayunos radicalmente opuestos. Relatos de Argentina, de punta a punta, el viaje que hicimos por todo el país, y terminó en libro a todo color.


Escribe Guillermo Gallishaw. Fotos de GG y Juan Martín Roldán

Es noche cerrada y avanzamos por un camino rural. Estuvo lloviendo a cántaros y el suelo arcilloso está resbaladizo. La camioneta patina todo el tiempo y a cada rato parece que se irá a la banquina. Si eso sucede, seguramente tendremos que pasar la noche acá, a la buena de Dios. Vamos casi en silencio, en un estado de tensión permanente. El que maneja es mi amigo Juan Martín Roldán, periodista y fotógrafo, con quien estamos viajando por todo el país para hacer un libro para Jeep Argentina. Salimos de nuestros hogares hace veinte días y ya recorrimos las provincias de Entre Ríos y Misiones, y ahora nos dirigimos al Parque Nacional Mburucuyá, en Corrientes, una de las áreas protegidas menos visitadas. Unas horas antes de entrar a este camino, habíamos levantado a dos maestras rurales, y en la charla nos aconsejaron que viniéramos por acá. “Estuvo lloviendo bastante, pero la gente de campo hace ese camino igual. La ruta los saca directo al pueblo de Mburucuyá”, dijo una.

El momento más tenso fue cuando nos encontramos con un acoplado casi cruzado en el camino. Como era una noche cerrada, lo vimos unos pocos metros antes. Cuando el barro se pone tan resbaladizo, no hay que frenar, ya que al volver a arrancar, las chances de quedarse patinando son altas. “No frenes, no frenes, pasás bien”, le dije. No me olvido más la cara de miedo de Juan, apenas iluminada por el reflejos de las luces externas. El Jeep rozó el acoplado, Juan pegó un volantazo y, de milagro, pasamos con lo justo. Juan dio un grito, estilo sapucai, y yo largué una carcajada de desahogo.

El desayuno más insólito

Esa noche llegamos al Parque Nacional Mburucuyá, saludamos al guardaparque y armamos la carpa. Nos cocinamos, nos dormimos y, al otro día, recorrimos esta hermosa área protegida. A la noche, fuimos hasta la localidad de Mburucuyá y nos alojamos en uno de los dos hoteles que hay en el pueblo. Era un emprendimiento familiar que, en el mismo predio, tenían ferretería, despensa y corralón de materiales. “Incluye desayuno”, dijo la anfitriona. Le deseamos buenas noches y nos metimos en la diminuta habitación. A la mañana siguiente, me desperté primero y le dije que Juan que iba a averiguar dónde era el desayuno. Salí de la habitación a un patio interno, y en una puerta escuché ruidos. Me acerqué y estaba la señora preparando café. Nos saludamos y me señaló una bandeja. “Ese es el desayuno para ustedes”, me avisó. La bandeja tenía dos tazas con saquitos de café, y dos platitos con tres criollitas cada uno. Al lado, había platitos con una mínima cuota de mermelada. Agarré dos y los puse en la bandeja que me correspondía. “Ah, pero eso no es para ustedes. El desayuno Premium es con mermelada, y ustedes pagaron por el desayuno simple”, dijo, lo más suelta de cuerpo. No sabía qué contestar. “Cobrame el Premium, pero me llevo la mermelada”, le dije. Desayunamos, y seguimos con nuestro viaje. Esa misma noche, llegamos a la ciudad de Corrientes y nos alojamos en La Alondra, donde nos sirvieron el mejor desayuno de todo el viaje (¡es el de la foto!). Cuando fuimos a hacer el check out, la recepcionista nos dijo: “Dice la dueña que no es nada, que los invita. Se quedó fascinada con el viaje de ustedes por todo el país”.



 

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